Al regreso de Venecia, el tren me dejó en Udine. Al igual que en muchas ciudades de Europa, Udine seguía manteniendo restos de murallas que en algún momento rodearon todas las casas, plazas y centros comerciales. Eran grandes castillos, con gente que se sentía protegida dentro de él.
Ese día caminé hasta llegar al centro de la ciudad, donde
había un especie de jardín. Se podía apreciar todos los alrededores, formados
de techos y cúpulas. Estoy seguro que mi abuelo, en algún momento, apreció esta
ciudad desde este lugar… fue como volverlo a encontrar.
A Roma...
A Roma...
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